5 de agosto de 2013

La zona de confort

Me cuesta mantenerme serena si me llega algún mensaje perdido en el ciberespacio. Me cuesta mantenerme serena si escucho el sonido de las horas que hacen de kilómetros. Y sé, ahora sé, que mi ego era una criatura pequeña, un cobarde fanfarrón que hablaba de implicarse en las experiencias. Sin embargo, después de aprender a bajar y subir escaleras, después de aprender a no acercarse a lo que quema, tuvo que pasarse media vida siendo valiente echándose en las llamas.

Tanto me he cobijado, tanto nido he creado en la ciudad más derechona de Andalucía, que se me había olvidado el placer de la aventura. Sólo que ya no es olvido. Ahora la aventura es reto y es experiencia y todo me empapa, pero el miedo yace conmigo.

Me ha costado tanto aprender a ser feliz que soy mayor y los cambios me alteran el sueño. Me ha costado mucho ser libre y ahora lo soy, pero nunca había tanteado los extremos.

Y ahora, en un extremo del mundo, en la otra punta del día, no hay manos ni abrazos, ni siquiera skype's bar, sólo ánimos y ánimos, mientras las luciérnagas revelan la verdad. Sé cómo ser libre y cómo ser feliz, pero tengo que seguir usando la valentía para poder encontrarme, para poder volver.

1 comentario:

  1. Hola, Rocío. Está bien que me hayas escrito esta última vez, porque voy a cerrar mi blog en breve. Ya no escribo nada. Estoy un poco harto de esperar que algo florezca, fácil y fresco, en medio de mi voluntad.
    Lo que he aprendido de escribir ya no me vale, y yo mismo me agoto. El recurso es tramposo y vicioso, por ejemplo: tus lagos de Michigan, mi ciudad de Nueva York, están ya flotando a mi alrededor, sé que puedo utilizarlos. Son imágenes poderosas,con ellas se puede construir alguna metáfora, un paralelismo que en este comentario una tu vida y la mía con un pespunte. Habrá un significado, y aunque tenga que ver con nosotros, se separará de nuestra experiencia inmediata para convertirse en un objeto ajeno de mayor o menor valor, según mi habilidad.
    Demasiado artificial, yo no sé tanto de nada. Y las palabras pesan ¿quién habla como nosotros, quién pone mojones de cemento a lo largo de lo que vamos diciendo con palabras como "lejos", "soledad", "destrucción"?
    Nada, a seguir tranquilos.

    ResponderEliminar