17 de noviembre de 2011

Introspectiva

Tras casi tres meses de periplo en una ciudad tan anodina como manejable mi vida se ha girado. Quizás no es el giro. Pero de lo que estoy segura es de que el fino hilo que antes me unía a la cordura no ha terminado de romperse. Ahora, quizás, es más grueso. Todos sabemos que me vine aquí por razones profesionales y económicas. Pero todos sabemos también de la necesidad urgente de la huida.

Hace unos ocho meses salí huyendo de la cueva del dragón y me tiré al abismo que fui creando con cariño durante tres años. Si fui yo realmente la artífice de los acantilados es una pregunta que respondo a diario. Pero siempre, la inseguridad, me devuelve la antaño dulce sensación de estar equivocada. Sabéis que en la caída me rompi las piernas, me disloqué el hombro y me partí la cabeza. Sabéis que de todo eso nació una persona más pequeña con las cuerdas vocales escondidas. Y que esa persona siguió corriendo, sin saber muy bien a dónde, mirando demasiado hacia atrás y siendo sal cada tres o cuatro días.

Tengo que decir que, aquí, he sido infantiloide y egoísta. He dado rienda suelta a mis bajas pasiones. He abandonado la realidad y la ética (y la amistad también, por qué no decirlo) por llenarme el corazón de experiencias. Al final, estas experiencias, rápidas e indoloras, han resbalado por mí como la lluvia que no me ha caido, como la nieve que aún no ha empezado. Nunca es suficiente para alguien que no se mira en el espejo con los ojos apropiados. Pero siempre he sido yo la que ha vuelto sola de mañana, o la que ha echado a hombres de su casa. 

Como siempre, uno no se arrepiente de lo que hace sino de lo que deja por hacer. Y yo, de tanto hacer, quizás me haya dejado cosas en el tintero. Lo único que me hace saltar es saber, que no tener la certeza, que habría atesorado cualquiera de esas cosas.

Pero la pregunta es si realmente tengo la capacidad de apreciar. Si tengo la capacidad de echar de menos. Si se me ha hecho la piel piedra y los ojos cristal. Si sigue todo esto cerrado por reformas y ando aquí, culpándome por nada, como los últimos tres años y medio.

2 comentarios:

  1. Por dios, Rocío, descánsate. Si uno ha de escaparse es porque los problemas -y las fracturas múltiples- no son problemas, sino circunstancias. Lo que es decir, no son solucionables.

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  2. el sindrome premenstrual es una mierda, te lo he contado?
    eso y dormir poco, y beber mucho, y trabajar, y volver a casa.

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