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Hoy estoy de suerte. De nuevo, sólo la menstruación escurre mis vísceras. Sólo eso, ni el yugo, ni las perdices del balcón de enfrente. Eso y algún aura maternal de paladín justiciero. Sólo me guardo alguna ilusión pasajera e interventora, sólo la pereza y la expectativa. Ni siquiera el miedo. Ni siquiera, ya, la vida. O el ruido repetitivo de una rutina imprevisible.
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