La noche me lleva de la mano,
el viaje pesa en mi espalda
y la sidra me arroja al sueño
que me deshace los ojos.
Su voz, inconfundible, llena el aire.
El tono enciende las luces.
Se quieren mucho contra esta pared
y mi estómago lo siente.
Es verano y el calor huye de sábanas.
El gintonic me arrastra al lavabo.
El agua me devuelve el recuerdo
de cazadores furtivos que apuran
las horas de los bares,
y el ascenso imperdonable
a un colchón ruidoso.
Me sobran espacios en este cuarto
para no dejarte dormir.
Me faltan tus dedos, que abras
la puerta sin permiso y gritemos
nuestro insomnio en este hotel
mientras miras mi espalda en el espejo.
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