Después de un tiempo pensando me he dado cuenta de por qué, cuando salgo del metro, intento bajar las escaleras la primera. Entiendo, por fin, que lo que peor me sienta de entrar tarde a trabajar es que el metro lleva más viajeros. (Este metro de juguete que tenemos en Sevilla).
Por fin entiendo que corro e intento bajar las escaleras la primera porque no soporto ir detrás. Sin embargo, no es por competición, por ganar o perder.
Simplemente, no soporto que mi ritmo se rija por el de los demás.
Sencillamente, no soporto la certeza de estar en mitad de una multitud que tiene rutinas y horarios, que bajan escaleras y miran el reloj.
Cuando voy a trabajar, rodeada de estudiantes autóctonos y extranjeros, profesores y administrativos, odio saberme dentro de la masa.
Salgo del metro y lo hago rápido porque no me conformo con ser un individuo.
Sólo soy un número de identificación fiscal.
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