Hay una planicie
de colores silvestres,
de campo y de nylon,
sin teepees, ni indios,
ni vaqueros.
Al calor de una noche
que me hace sentir culpable
de mi ronquera, mi maquillaje,
mi cansancio electrónico.
Hay figuras que caminan
arrastrando ilusión
entre calles somnolientas
de cartón y papel
y rotulador e impresora,
de amanecer en los bolsillos,
en el corazón y sobre los ojos.
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