11 de agosto de 2016

Cracketeando en la firma del Cracketeo en Mazagón

El martes pasado me invitó mi amigo y librero de confianza, José Manuel Alfaro, a la Taberna de Libro PLAYA, en Mazagón. Fui a firmar libros, a firmar Cracketeos. Pero la vorágine del verano nos comió el tiempo y entre los dos sólo conseguimos juntar tres ejemplares. Así que allí me fui, cargada con aquariuses y algún refresco, para pasar la tarde con un amigo, como dos viejas a la puerta de su casa.

La tarde fue refrescando y la gente volvía de la playa. Entonces, José Manuel, empezó a ejercer de librero, que también hay que tener arte. Y yo de poeta.

Vendí un libro.
Lo firmé. 


Y lo celebramos, claro. Con un high-five que resonó en la plazoleta.

Como ese libro cayeron dos más, que firmé también, convirtiéndome en el Num. 1 en ventas de la Taberna del Libro PLAYA (ole yo).

Lo mejor de todo fue pasar una tardecita de verano con José Manuel, que hacía ya que no hablábamos de la vida, ni de ná. Lo más bonito es ver gente interesándose por la literatura, y vender literatura a alguien que va a ser capaz de apreciarlo. Además, esos tres libros son especiales, recopilados en una tarde de verano, cada uno tiene un detalle que sólo José Manuel y yo sabemos.

Muy cracketeo todo, vamos.


9 de septiembre de 2014

CADÁVERES EN NUESTRA HISTORIA

Es horrible padecer la violencia.
Es horrible acabar, por esto, ejerciendo violencia.

Pero es sobrecogedor, cuando uno sale del infierno, la cárcel-persona en la que se convierte. Uno se encuentra paralizado por el miedo a provocar sufrimiento y, al mismo tiempo, uno protege sus vulnerabilidades, incapaz de dejarlas expuestas para darle la oportunidad a otra persona de reconstruirlas. Sin embargo, uno intenta aparentar ser una persona normal.

Y es mentira. Sólo eres una bomba de relojería que le estalla en la cara a cualquiera que se enfrente a los miedos que escondes.

Te das cuenta cuando un comentario cruzado desata una tormenta en tu subconsciente que no puedes detener.

Te das cuenta cuando todos los aspectos de tu vida están tan distorsionados que ni siquiera sabes si es tuya.

Te das cuenta porque por alguna razón has empezado a dormir y despertarte a horas humanamente normales.

Después de años. Como si hubieras perdido todas las batallas que creíste ganar.

Acaba de empezar.

10 de julio de 2014

UNA LISTA DE PERSONAS

Hay veces que uno se acostumbra a ser quién es y se olvida de todo lo demás.

Entonces, uno se da cuenta de que todo lo que puede ser está contenido en pi.

Y se queda mirando, eligiéndo quién ser, qué vida vivir.
Intenta discernir entre ser o estar,
                                             pensar o existir.

Sólo que, al final, uno se acaba sin ser.

4 de julio de 2014

EL MIEDO

El miedo, a veces, tortura. El miedo a la falta de asideros, el miedo a la soledad, el miedo al futuro, a lo desconocido. El miedo al dolor, a ése que se enquista y se va transformado dentro de ti, que no sabes como enfrentar, y no sabes qué nuevos hijos traerán al mundo. Pero más allá, después de las heridas, limpia la frente de sudor descubres al recién nacido. 

Es una bella criatura, crees. Nace siempre de la duda, del beneficio de la duda, de la bondad inherente a todo ser humano. Viene de la capacidad de perdonar. Y es horrible ver cómo este alien te paraliza. Te vuelves fácil al mundo porque el odio no existe en ti, porque todo el mundo puede tener una razón por la que equivocarse o, simplemente, reaccionar. Ves cómo te invaden los caminos. Vas sorteando obstáculos, esquivándolos. Pero llega un momento que la única forma posible es dar la vuelta. Y no es justo.

Puedes esperar a que todo pase. A que se abra de nuevo un camino que no has visto. O puedes saltar, pasar por encima, pisar. En definitiva, hacer daño. 

Pero no exiges nada a nadie. No pides que nadie tenga la consideración de plantearse tus razones. Y cuando te dices que te levantes y camines, sea lo que(quien) sea que te encuentres, todo es cobardía. Ya estás tan dentro de ti como tu propio alien. Vives pensando en cada paso como si la vida de cualquiera dependiera de eso. Ves tu capacidad de correr en el mundo y ves la hierba que no crecerá tras de ti. Al final te mantienes a caballo entre correr y esperar, entre tumbar y dejar que te tumben. Esperas estar lo suficientemente en el suelo y así, cuando te levantes, nadie se queje de las cabezas que despeinaste. Sentir que miras desde abajo es la excusa perfecta para hacer daño egoístamente sin sentir la culpa.

Sin embargo, sigues en el suelo, durmiendo unas catorce horas más. Siempre con el miedo al dolor, al ajeno. Y ahí te encuentras de nuevo, con tu alien creando familia. Eres tú el miedo, y eres tú la tortura, la falta de asidero, la soledad y el futuro. Incluso para ti, eres un desconocido.


13 de octubre de 2013

DE CÓMO ANDAR

Te perdí un día caminando
por esta calle americana.
Pudo ser cualquier día del mes
pero ese domingo volvía
a una casa ajena donde
me he empeñado en vivir.
En mi cuarto habita la nada
y cuando duermo los recuerdos
asoman por los cajones y el caos
de una habitacion sin dueño.
Al principio me hablaba del tiempo,
de su extensión viperina y la ciudad
que vive escondida en el horizonte,
pero ahora las paredes de este zulo
me queman por dentro,
me dicen que corra.

Te has borrado de mis retinas
y mis depresiones hormonales,
me has dejado ser persona
sin acordarte de las grietas
que componen mi alma.

Soy un escudo que desea
ser feliz mientras la vida
se le resbala por el cristal.
Pero ya ni siquiera llamas
mientras piensas si dejarme caer,
y yo me he quedado sin nombre.

15 de septiembre de 2013

CÓMO ENTERRAR UN CADÁVER

A veces creo que me mataste
y no he sabido darme cuenta,
como si tuviera todavía
cinco pasos antes de que explote
el corazón en mi pecho.

Mientras tanto sigo moviéndome,
soy un espíritu, casi un fantasma,
y sólo intento no deshacerme
a medida que me arrastro.

Sin embargo, sé muy bien
cómo disimular, cómo
hacerte creer que soy real
de carne y hueso, y puedes
agarrarme por la cintura
o de la mano.

Pero a mí no podrás encontrarme
porque ando perdida intentando
salir de la cárcel, tratando
de ocupar el cuerpo
que tú me destrozaste,
agarrar esta mente marchita
que sigue sin saber vivir.

2 de septiembre de 2013

Hasta el más tonto hace relojes

Era joven, muy joven, y me paseaba por círculos literarios con una poesía hecha en casa, con un portafolio con la cara de un payaso. A pesar de todo, me escuchaban, y yo dejaba que me empaparan con toda la experiencia y la vida de la década que me faltaba. Tenía el alma menos corrupta que ahora, pero ya la llevaba rota. De modo que, en cierta forma, vivía por y para eso, sobrevivía con las tertulias, con lo que hablaba con la gente, y también con lo que no hablaba. Como digo, he seguido los pasos, los tópicos, uno detrás de otro. Lo que sí es cierto, es que me agarré a eso como un clavo ardiendo y fui creciendo en eso. Todo era un yo poeta que no sabía que iba para científico.

Pasaron cinco años y me enfadé, me enfadé porque no quería ser el entremés de un ayuntamiento, o la excusa de una diputación, me cansé de la condescendencia. De los mentores que siempre te ven joven, y que siempre te ven mujer. Y me cazaron y me encerraron y pasé tres años en la cárcel. 

Cuando salí no recordaba mi nombre, no recordaba quién era. Me ha costado y me sigue costando reconocerme en el espejo a mi misma. Pero la poesía vino a mi otra vez como el punto de cordura. Con un verso más largo, con una historia más cruda, con el frío de tres años de soledad en la consciencia. Con una amalgama de malos sueños, de sucesos e historias para no contar. Y yo las contaba, después de escribirlas, después de comprenderlas. 

Y resulta, que habiéndome arrastrado por el barro durante tantos años, después de haber luchado a mi favor y en mi contra, después de haberme llevado la poesía a cada cloaca y tener mil cuadernos manchados, me siento a mirar y no soy nada. Durante mucho tiempo pensé que yo era mediocre, pero ahora sé que sólo era honesta. La adolescencia se me fue de las manos, al lado de mi casa, bajo la atenta mirada de mis padres. Nunca necesité aventuras para sentir ni para hundirme. Y escribo como terapia, como siempre. 

Los poetas, ahora, no existen. Los veo a ellos, perfectos y benditos por una musa popera. Son criaturas bellas, que beben vino, que visten bien, que pasean sus reflex por Madrid, Bilbao y Barcelona. Son poetas cosmopolitas, aparentemente rotos, que sus padres enviaron a vivir vidas ajenas. Realmente, nada les pertenece, ni siquiera los libros de sus estanterías. Ni siquiera la voz y el sufrimiento de unos poemas cortos, inútiles, vacíos, llenos de palabras que suenan mal. A sus mentores, el vino les gusta igual, son igual de bellos, aunque más viejos, y su vida se les escapa de los dedos mojando a sus niños con cierta lujuria. Al principio todo parecía un nuevo amanecer. Una ola de innovación y creatividad, la vanguardia. Pero todo es mentira, sólo son decadencia, pero sin la suciedad de la emoción. Son sólo decadencia y apatía, palabras con sonido horrible que duelen por agotamiento, el váter impecable de la primera dama, vómito de jamón y vino. 

Ni los quiero ni los compro, a veces, incluso me dan vergüenza.